Aurelia aurita. Aunque parece el nombre de una abuela o de una flor del Pirineo, nos referimos a la medusa común, luna, sombrilla o platillo. Varios nombres para una de las majestuosas criaturas de los mares pertenecientes a los escifozoos.
En inglés, «jellyfish» que vendría a ser «pez de gelatina», lo que nos da una idea del aspecto que tienen. Gelatinoso, siendo el 90% de su composición agua. Su forma de champiñón también las hace inconfundibles. Pueden llegar a tener hasta 40 cm de diámetro y un par de metros de longitud, contando los tentáculos, aunque lo más normal es verlas entre los 10-20 cm. Carecen de huesos, órganos, cerebro… Respiran por una fina membrana que les recubre y ayuda a la difusión del oxígeno del agua. Transparentes, aunque pudiendo adquirir tonalidades más oscuras. A veces a rayas, aunque no es lo más común. En el centro de la sombrilla se pueden observar unas herraduras colocadas simétricamente, lo que son las gónadas, que se diferencian entre sexos por el color. Las de los machos son de una tonalidad blanca o amarilla, mientras que las de las hembras son rosas o violáceas.
Estos tentáculos son los que le dan la vida, básicamente. Son sus órganos sensoriales, con ellos se orientan y perciben la luz. También les permiten atrapar su alimento, que se basará en una dieta carnívora, porque sus presas son plancton, moluscos, crustáceos, larvas… que acabarán en la boca, situada en el centro de la sombrilla, gracias a unas toxinas que los inmovilizan.
Para reproducirse, utilizan la primavera y el verano, pudiendo hacerlo tanto de forma asexual como sexual, y en ésta segunda, los gametos se unirán formando huevos en las gónadas. Las larvas salen al exterior en otoño, y podrán reproducirse de forma asexual, liberando mini-medusas, cuando se conviertan en pequeños animales que se adhieren a sustratos duros. Las medusas pueden vivir unos 6 meses, alcanzando la madurez en la mitad de su vida.
En solitario o agrupadas, surcando las aguas alrededor del mundo, exceptuando las más frías del globo terráqueo, moviéndose gracias a contracciones de su cuerpo, dándose impulsos por las aguas superficiales de las zonas costeras. Sin embargo, lo que más hace que se desplacen de mar en mar son las corrientes. Su fuerza no es suficiente como para luchar contra éstas.
¿Quién no ha estado en la playa y han picado al de al lado? Pues en realidad esa es su defensa, el contacto de sus tentáculos contra nuestra piel. Pero no es más que eso, una picadura. Esta especie no tiene mayor maldad contra el hombre.
A pesar de ello, muchas han sido las veces y las formas en las que se han intentado evitar estos bichejos en las zonas playeras más visitadas. Además, nuestras medusas cuentan con diferentes peligros en su mismo medio de vida. Estos son tortugas, peces más grandes, aves… Aún con todo, no están incluidas en ninguna lista de amenazas.