Koalas
Soy muy mimoso y me encantan los abrazos… Sí, claro, perfectamente podría ser una descripción mía, pero prefiero no ser el bicho protagonista del post de hoy.
Viajamos hasta el este de Australia, a las ramas de los eucaliptos, unos árboles característicos de dicho país. Ya sabéis de quién hablamos, ¿no? Efectivamente, el koala (Phascolarctos cinereus). Perteneciente a los marsupiales, caracterizados por la falta de desarrollo que presentan las crías al nacer, teniendo que amarrarse rápidamente a las mamas de la madre dentro del marsupio o bolsa.
Casi nunca se bajan de estos árboles, y si lo hacen, es sólo para subir en otro al que no llegan de rama en rama. Sus dedos están opuestos, enfrentados, como ocurre con nuestro pulgar, a modo de pinza, lo que les da más capacidad de sujeción. Se mueven lentamente, hasta alcanzar el lugar más cómodo del eucalipto en el que establecerse durante varias horas. Dedican la gran mayoría de estas horas a dormir, unas 18 horas al día, y el resto para comer, normalmente por la noche, como hemos dicho, con tranquilidad, cogiendo las hojas del eucalipto, oliéndolas, observándolas, tocándolas…todo para ver si son de su agrado.
No beben mucha agua, hidratándose por medio del agua de las hojas del eucalipto. Para mantenerse, deben comer una cantidad de hojas cercana al medio kilo al día, almacenándolas de vez en cuando en las mejillas. Como alguno ya sabréis, el eucalipto posee sustancias que resultarían tóxicas para el ser humano o para otros animales (como taninos o alcaloides), pero nuestros bichejos tienen un hígado adaptado a la situación, capaz de neutralizar estas sustancias, evitando que les perjudiquen. Ese pelaje gris característico les da una apariencia de peluche totalmente achuchable. Al ser tan denso, evita que pierdan calor y les protege de las lluvias, haciendo no necesario el uso de un nido, sino que, como ya hemos mencionado, permanecerán en algún rincón cómodo del eucalipto. Su nariz chata y las orejas con pelo le dan el toque simpático que tanto nos gusta.
No son animales muy grandes, llegan a medir en torno a los 80 cm y pesar unos 10 kg. Viven unos 20 años y suelen ser solitarios, excepto las madres con las crías y en la época de reproducción, en la que los machos buscarán a las hembras, emitiendo sonidos para llamar su atención y marcar su territorio con respecto a otros machos, combatiendo unos con otros si se entrometiesen en sus territorios.
Además, los machos poseen una glándula en el pecho que frotan en los árboles, dejando su olor marcado para señalizar su territorio y comunicarse con el sexo opuesto, y las hembras, lo marcan con orina y heces.
Las hembras son maduras sexualmente con unos dos años, pero los machos tendrán que esperar un poco más, llegando hasta los 3 o 4 años.
La gestación durará unos 35 días, y de ahí pasará al marsupio para completar el desarrollo, ya que nacen muy pequeñas, sin pelo, ciegas… Lo normal es que sólo tengan una cría por parto.
La verdad es que tiene toda la pinta de ser animales mimosos, entre el pelaje, su tranquilidad y que las madres, tras la salida de la cría del marsupio, con unos 8 meses, puesto que ya no cabe, transportarán al pequeño a cualquier parte, tanto en el vientre como sobre la espalda. Cuando la cría llegue a los 18 meses, la madre se separará de ella, pudiendo volver a quedarse preñada.
Su pelaje le convirtió en objetivo de caza, lo que hizo que llegase a estar en peligro de extinción. Ahora, tras repoblaciones que se han hecho, el koala se encuentra en estado de casi amenazado, pero no hay que descuidarse, porque su hábitat sí que está sufriendo muchos daños.